martes, 7 de marzo de 2023

Gabriela Mistral: nube de tul

G
abriela Mistral fue como una nube, viajaba de un lado a otro, se estacionaba en la cordillera de los Andes o miraba las sombras amoratadas que cubrían el Nevado de México, o bien sobre el Mar Caribe,  el Cusco o Anáhuac, lo mismo España, Francia que la condecoró con el título de Chevallier de la Legión de Honor, Italia, Estados Unidos y casi todos los países de América. 

Su trabajo en el área de la educación estableció bases importantes para difundir el conocimiento en lugares alejados del centro de las ciudades, y su obra literaria resulta un reflejo del sentir femenino e hispanoamericano de aquella época. A lo laargo de sus libros (Tala, Lagar, Ternura, entre otros) reflexionó sobre la Dios, la vida y la muerte y abordó el tema de la maternidad con especial ternura y escribió admirada del paisaje continental y encantada cantó de las nubes como en estos poemas que comparto:



Nubes blancas

Ovejas blancas, dulces ovejas de vellones
que se inflan como un tul:
asomáis, cual mujeres, los rostros preguntones
tras la colina azul.
Se diría que el cielo o el tiempo consultarais,
con ingenuo temor,
o que, para avanzar, un mandato esperarais.
¿Es que tenéis pastor?
—Sí que tenemos un pastor:
el viento errante, Él es.
Y una vez los vellones los trata con amor,
y con furia otra vez.
Y ya nos manda al norte o ya nos manda al sur,
Él manda y hay que ir...
Pero es, por las praderas del infinito azur,
sabio en el conducir.
—Ovejas del vellón nevado,
¿tenéis dueño y señor?
Y si me confiara su divino ganado,
¿no me querríais por pastor?
—Claro es que la manada bella
su dueño tiene, como allá.
Detrás del oro trémulo de la trémula estrella,
pastor, dicen que está.
El seguirnos por este valle tan dilatado
te puede fatigar.
Son también tus ovejas de vellón delicado...
¿Las vas a abandonar?


Las nubes
 
Nubes vaporosas,
nubes como tul,
llevad l'alma mía
por el cielo azul.

¡Lejos de la casa
que me ve sufrir,
lejos de estos muros
que me ven morir!

Nubes pasajeras,
llevadme hacia el mar,
a escuchar el canto
de la pleamar,
y entre la guirnalda
de olas cantar.

Nubes, flores, rostros,
dibujadme a aquel
que ya va borrándose
por el tiempo infiel.
Se desgaja mi alma
sin el rostro de él.

Nubes que pasáis,
nubes, detened
sobre el pecho mío
la gresca merced.
¡Abiertos están
mis labios de sed!


El pavo real 

Que sopló el viento y se llevó las nubes
y que en las nubes iba un pavo real,
que el pavo real era para mi mano
y que la mano se me va a secar,
y que mi mano la di esta mañana
al rey que vino para desposar.
¡Ay que el cielo, ay que el viento y la nube
que se van con mi pavo real!


Si quieres leer más de esta gran escritora chilena, merecedora del Premio Nobel de Literatura en 1945, da clic en la fotografía que tomó George F. Weld en 1948 y que la retrata en su casa en Santa Bárbara, comprada con la plata del Nobel,  y lee Obra reunida. 

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