miércoles, 25 de enero de 2023

Goethe juega con las nubes

Johann Wolfgang von Goethe, el tremendo escritor alemán, mayormente conocido por su Fausto que escribió entre 1808 y 1832, se interesó por el estudio de las nubes allá por 1786 cuando escribió su  Viaje a Italiadiario dedicado a Charlotte von Stein a quien el también dibujante y pintor amó con locura y  le escribió más de 1700 cartas. Las nubes en esta obra son elementos recurrentes pues no sólo enmarcan las descripciones de las ciudades italianas, sino también eran  indicativos de fortuna o desesperanza. 

   Luego su interés creció más cuando en 1815 el poeta leyó On the Modification of Clouds, del gran farmacéutico inglés Luke Howard, considerado un referente muy importante en los estudios de meteorología y el primer científico en categorizar las nubes. Inspirado en esta obra en 1821 Goethe contrató a los pintores Friedrich Preller y Wilhelm Wesselhöft y realizó un registr de las distintas categorías de las nubes, así en 1825 se publica Versuch einer Witterungslehre (El juego de las nubes). Dejo aquí los poemas que Goethe escribió en ese tiempo, luego de mirar con insistencia el firmamento.


Estrato

Cuando, desde el espejo de las aguas manso,
una niebla eleva su tapiz en raso,
la luna, con las olas del aire fundida
como un fantasma haciendo fantasmas brilla,
¡entonces todos nosotros somos con certeza
felices, alegres hijos tuyos, oh, naturaleza!
Entonces monte arriba suben explayándose,
franja junto a franja, ocultándose,
a media altura hacia ambos inclinándose,
ya cayendo como lluvia o cual aire elevándose.


Cúmulo

Y si después a la atmósfera más alta
la materia activa fuera llamada,
la nube estaría alta, adorablemente henchida,
anunciando, bien firme, su fuerza decidida,
y, lo que teméis es, con segura conciencia,
que cuando arriba amenaza, abajo tiembla.

Cirro

¡Pero siempre asciende más el noble empeño!
La redención es ligera obligación del cielo,
una acumulación en copos se disuelve,
como cardando borreguitos, con ligero peine.
Así acaba fluyendo lo que nació sin esfuerzo,
calmo, hacia el pecho y las manos del padre del cielo.

Nimbo

¡Deja ahora que baje, por el poder de la tierra
atraído, lo que en lo alto se acrecienta,
que furioso en truenos se disuelva,
igual que las legiones perecen dispersas...!
¡El rostro apenado de la tierra activa!
Pero si acaso levantáis la vista...
Las palabras disminuyen, pues tan solo describe:
el espíritu quiere subir a donde para siempre se vive.

Si quieres leer El juego de las nubes, ver algunas ilustraciones de Goethe, así como el Ensayo sobre meteorología da clic en la litografía de abajo que se recoge de la obra de Howard.




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